APRENDIZAJES DE CAMBIAR MI ALIMENTACIÓN

A principios de año compartí con vosotros mi propósito 2017 de cuidar mi alimentación. El motivo de este objetivo era mejorar la rinitis alérgica que sufro desde pequeña, por lo que empecé a seguir una alimentación un tanto estricta, ya que suponía suprimir muchos alimentos que llevan histamina.

No se trataba de hacer dieta, sino de eliminar de mis comidas aquellos alimentos con histamina la cual contribuye a aumentar las reacciones alérgicas (mucosidad, estornudos, picor nasal, congestión…).

 

Mi nueva alimentación suponía no comer productos en conserva como el atún; tampoco ciertas frutas y verduras como el tomate, la piña, el kiwi, o la naranja; evitar los sulfitos, presentes en el vinagre y vino; no tomar marisco ni pescado rojo ni azul; también eliminar el café, el alcohol, los refrescos, la lactosa y el gluten; entre muchos otros alimentos que quedaban prohibidos.

La verdad es que ha sido un verdadero reto, muy, muy complicado… ¿Creéis que he sido capaz de lograr mi propósito?

En casa la cosa no fue tan difícil, una se cocina a conciencia usando los alimentos permitidos. Pero a la que sales de casa, en cualquier restaurante o estando de viaje, es casi imposible encontrar un menú que no tenga alguno de estos alimentos vetados.

Los primeros meses lo seguí bastante a raja tabla, y tengo que decir que la variedad de alimentos era muy triste… Las comidas en casa eran bastante aburridas… fruta, por ejemplo, me limitaba a comer sólo manzana y pera… Mis ensaladas sin vinagre eran insulsas. Mis mañanas sin café, raras. De lunes a viernes era capaz de seguirlo más o menos bien, pero cuando llegaba el fin de semana, abría un poco la veda y trataba de ser flexible a la hora de tolerar ciertos alimentos, o tomar una copita de vino blanco y algún que otro dulce para desayunar o de postre.

Con las intolerancias que cada vez más personas sufren, no es imposible encontrar alimentos sin gluten ni lactosa en supermercados, cafeterías y restaurantes que empiezan a ser más sensibles a esta necesidad. Aun así, al principio no es nada fácil habituarse a este tipo de alimentos y una se siente un bicho raro cuando pide leche sin lactosa o de coco…

 

El primer trimestre bajé de peso, y aunque solamente fueron un par de kilos, la percepción era de haber perdido más, y tengo que decir que la gente llegó a agobiarme un poco con lo que me estaba quedando en los huesos… Mi complexión siempre ha sido delgada y es lógico que a la que pierdo algún kilo, se me nota enseguida. Así que fue laborioso tener que contar la historia de mi nueva alimentación cada vez que alguien me advertía alarmado de que había adelgazado… Era una situación incómoda, porque tenía la sensación de estar justificándome, dando argumentos que explicaran mi pérdida de peso…

Al final decidí que no tenía por qué sentirme mal, yo estaba a gusto con mi cuerpo y estaba aprendiendo a escucharlo, a entender qué alimentos me afectaban con la alergia y cuales podía tolerar mejor. Comprendí que la gente se alarma enseguida que ve una chica delgadita, en cambio cuando lo recuperas nadie te dice ni mu. Es típico. Además, ¡estábamos hablando de sólo dos kilos menos!

En relación con mi alergia, noté mucha mejoría. El día que hacía la vista gorda, me pasaba la noche estornudando y congestionada. Cuando llevaba varios días comiendo sin histamina, me notaba mucho más despejada.

A día de hoy, después de diez meses, puedo afirmar que cumplí con mi propósito de cuidar mi alimentación; pero de lo que todavía me siento más orgullosa es de los dos grandes aprendizajes que he sacado de esta decisión.

El primer aprendizaje ha sido haberme conocido mucho mejor a mí misma. He conectado más con mi cuerpo, aprendiendo a escucharlo y a interpretar cada una de las reacciones que tengo; a relacionar mi estado de ánimo y mi salud con los alimentos que ingiero; y he descubierto la relación directa que existe entre alimentación y bienestar físico y mental.

En segundo lugar, he aprendido a ser más flexible. A moverme dentro de la escala de grises, porque no todo es blanco o negro. Cuidar tu alimentación no significa tener que eliminar del todo ciertos alimentos; porque la vida también es compartir y pasar rato con los tuyos, casi siempre rodeados de comida y buen beber.

 

Como suelo decir a mis clientas que siguen nuestro programa de Coaching para Adelgazar, si decides cuidar tu alimentación y tu salud, debes saber que tendrás que renunciar a ciertas comilonas o algunos alimentos, pero recuerda que no se trata de una prohibición permanente.

Puedes permitirte excepciones, paradas en el camino que te permitan sentir que sigues viva, que sigues disfrutando de las reuniones de sobremesa con amigos y familia, de una copita de vino con tu pareja, de ciertos caprichos y, todo ello, sin tener que sentirte culpable al día siguiente.

¿El secreto? Elije y decide de forma consciente, sin perder de vista tu objetivo, sin perder el foco de qué es lo que te motiva a hacerlo, y asume las consecuencias de dichas decisiones.

 

Decide ahora cómo te quieres sentir, cómo te vas a cuidar.

 

 

Anna Llebaria

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