
CUANDO TÚ TE CONVIERTES EN TU PRIORIDAD
Andrés es padre de familia y arquitecto. Está en un buen momento personal y profesional; su despacho funciona muy bien, está casado con una bella mujer y tiene dos preciosos hijos de 4 y 2 años. El otro día, agobiado por los cientos de cosas que debía afrontar en su día a día, me comentaba que hacía tiempo su cuerpo se había resentido y se sentía débil físicamente. Se notaba agotado, con poca energía. A lo que yo le pregunté: “¿ya has ido al médico?”. Su respuesta fue la siguiente: “no tengo tiempo de ir al médico, tengo mucho trabajo en casa y en el despacho, y mis hijos que cuidar”.
El caso de Andrés no es el primero, ni el último. Cada semana, en mis sesiones de Coaching Personal oigo a mis clientes decir frases como “no tengo tiempo de ir al gimnasio porque tengo mucha ropa que planchar”, o “me alimento rápido con cualquier cosa porque no tengo tiempo de más”.
Probablemente estas situaciones te resulten familiares. Quizá tú no eres de los que pospone sus citas con el médico, pero quizá sí lo hagas con tus sesiones de entrenamiento, o a la hora de cuidar tu alimentación. Posponer. Aplazar. Procrastinar. Son inacciones que solemos hacer.
¿Cuántas horas tiene tu día?
El mío veinticuatro. De éstas, trato de dormir un mínimo de siete. Por lo que me quedan diecisiete horas que miro de distribuir entre trabajo, familia y ocio de la forma más equilibrada posible.
Tendemos a referirnos al equilibrio entre vida personal y profesional. Pero, si de vida sólo tenemos una, ¿qué sentido tiene diferenciar una de la otra? El equilibrio es esencial para nuestro bienestar y felicidad.
Hace tiempo que no hallo el sentido a postergar mi felicidad a cuando algo suceda. Cuando me compre un piso ¿seré más feliz? Cuando gane mucho dinero ¿me sentiré mejor? Cuando tenga hijos ¿incrementará mi bienestar? Y ¿cuando tenga más tiempo libre?
Parece que hay quien todavía cree que dispone de toda una eternidad para implicarse en su bienestar y su felicidad. Mientras tanto, pasan de puntillas por su vida y están decididos a postergar su implicación en ser felices.
Y se quedan inmóviles. Y la vida pasa, por cierto, tan rápido, que a la que nos queremos dar cuenta ya se nos ha esfumado.
El miedo suele ser una de las causas que nos inmoviliza, nos bloquea y dejamos de hacer aquellas cosas que queremos hacer. Pero peor es cuando, más allá del miedo, eres tú, inmerso en tu atareada rutina, quien deja de vivir, para priorizarlo todo antes que a ti mismo.
Si tú dejas de ir al médico, si tú dejas de cuidar tu cuerpo, si sigues una precaria alimentación, entonces ¡enfermarás! Y si tú enfermas, ¿quién hará ese trabajo por ti? ¿quién cuidará de tu hogar? ¿quién se ocupará de tus hijos?
Claramente, lo harán otras personas, porque ni tú ni nadie somos imprescindibles. Lo que no significa que tú quieras seguir haciendo tu trabajo, cuidando de tu casa y de tus hijos; pero si decides colocar tu salud en último lugar, entonces perderás ese privilegio.
Cuando tú te conviertes en tu prioridad, entonces eres capaz de gestionar el resto de tu vida de una forma más efectiva. No se trata de desatender el resto de tareas con las que estás comprometido; si no de encontrar el equilibrio antes de que dichas tareas te sobrepasen y pierdas el control de tu propia vida.
Prioriza, planifica, elige, acciona, vive. Acuérdate bien de estas palabras y empieza a disfrutar de una vida mucho más plena y satisfactoria.
¿Empezamos?