
TÚ VALES MUCHO MÁS
Esta misma semana vino a mi despacho una clienta muy angustiada. Me aseguró que no podía dejar de pensar en una situación que le había sucedido el día anterior y que le estaba generando malestar y tristeza; aunque en realidad no entendía por qué le daba tanta importancia a una situación como aquella, aparentemente poco “grave”. Así que le pedí que empezara por el principio:
Varias semanas atrás, había quedado para cenar con unas nuevas compañeras que había conocido en su nuevo puesto de trabajo. A medida que se iba acercando la fecha de la cena, ella estaba más y más entusiasmada. Le apetecía empezar a conocer gente nueva en su trabajo y esas chicas le parecían muy agradables y hasta el momento la habían tratado muy bien.
El día antes de la esperada cena, durante una pausa para el café, se las encontró en la cafetería. Como siempre, fueron muy simpáticas y atentas con ella, y así aprovechó para recordarles con entusiasmo su próxima reunión para cenar. La respuesta del grupo la extrañó un poco, por cuanto desviaron el tema y obviaron hablar de la cena. Fue entonces cuando mi clienta se dio cuenta de que algo no encajaba, y su mente empezó a generar pensamientos automáticos negativos.
A la mañana siguiente mandó un mensaje a una de sus compañeras para confirmar la cita. Al cabo de un rato, recibió respuesta: “luego te confirmamos”.
A escasas tres horas de la hora de cenar, recibió otro mensaje “Ha habido un poco de lío, al final anulamos el plan”.
Desconcertada con lo del “lío”, la mente de mi clienta empezó a elucubrar: ¿Lío con quién? ¿Acaso era con ella? ¿Quizá había hecho algo mal? ¿Se habrían enfadado sus compañeras con ella? Si era así, ¿Por qué motivo?
Pero entonces decidió aplicar algo que habíamos trabajado en numerosas ocasiones en nuestras sesiones de Coaching. Decidió no alimentar más pensamientos negativos en su mente, no debía ser mal pensada, así que buscó pensamientos alternativos racionales: quizá a alguna de sus compañeras le había surgido algún problema familiar; o quizá estaban muy cansadas para quedar… Después de encontrar varias alternativas racionales, se tranquilizó y dio por supuesto que el plan no se había cancelado por su culpa.
En este punto de la historia mi clienta hizo una pausa para beber agua, momento en el que aproveché para felicitarla y reconocerle la buena gestión de los pensamientos negativos automáticos. Había sido capaz de detectar pensamientos disfuncionales y de redirigirlos exitosamente hacia nuevos pensamientos racionales. ¡Buen trabajo!
Sin embargo, no fue tan fácil gestionar lo que venía a continuación. Ella prosiguió con la historia:
Cancelada la cena, decidió acostarse temprano y durmió toda la noche tranquila. Al día siguiente, preparó su desayuno de fin de semana y revisó sus redes sociales como de costumbre. Cuál fue su sorpresa al ver que esas mismas compañeras de trabajo, sí se habían reunido para cenar, pero sin ella. Colgaron multitud de fotos de esa noche, por lo visto muy divertida y apasionante; y con cada nueva foto que veía, mi clienta se sentía más dolida y angustiada.
Mientras me contaba esta parte de la historia, de repente me miró a los ojos y con voz rota me dijo: “caigo mal, seguro que piensan que soy una estúpida y se ríen de mí”.
Todo el buen trabajo que habíamos hecho hasta el momento acerca de la gestión de sus pensamientos negativos se había ido al traste con esas dichosas fotos, las cuales sólo confirmaban sus pensamientos más negativos y catastrofistas.
Como consecuencia de esa situación, mi clienta estaba alimentando sus creencias irracionales del tipo: “para ser feliz debo obtener la aprobación de los demás”, “mi valía como persona depende de lo que los demás piensen de mí”, “no soy nada a menos que los demás me quieran”.
Y como ya sabéis, estas creencias son responsables de sentimientos que aparecen como consecuencia: tristeza, depresión, enfado, frustración, ansiedad, irritabilidad, baja autoestima.
Así, decidí que retomáramos el trabajo para reestructurar estos pensamientos y analizamos la validez y utilidad de los mismos. Empezamos por desdramatizar: ¿Qué pasaría realmente si a estas compañeras no les caes bien? ¿Significa ello que le caigas mal al resto del mundo? ¿Acaso no tienes más amigas? ¿necesitas tener a estas personas como amigas para ser feliz?
Le pedí también que buscara contraargumentos que rebatieran sus creencias irracionales como: “no se puede contentar siempre a todo el mundo”, “querer caer bien a todo el mundo supone un exceso de energía y malestar”.
Finalmente, analizamos la utilidad de sus creencias: ¿te ayuda tener estos pensamientos a conseguir tu felicidad y bienestar? ¿Qué ganas con mantener estos pensamientos? ¿Supone una ventaja o una desventaja en tu vida pensar de ese modo?
He querido explicaros esta historia real para que entendáis cómo nuestros propios pensamientos son los responsables de nuestro estado de ánimo y cómo afectan a nuestra autoestima. En esta historia, no son las compañeras de trabajo las responsables del malestar de mi clienta; la única responsable de su malestar es ella misma por dejar que la actitud de otras personas la lleven a pensar negativamente de sí misma.
Tú vales mucho más que las opiniones que tengan los demás sobre ti. Independientemente de si te aprecian y respetan, como si eres odiado y envidiado, no puedes dejarte afectar por las opiniones ajenas. La única persona con la que debes estar en paz es contigo mismo, todo lo demás, está de más.
Rocio Sanmartin
agosto 11, 2017 at 8:04 amUn artículo muy bueno y que me ayuda mucho… me siento identificada con tu calienta… pero poco a poco consigo que estos pensamientos negativos me afecten menos o no me afecten… sabiendo que el problema no es mío. Felicidades
Anna Llebaría
noviembre 10, 2017 at 5:55 pmMuchísimas gracias Rocío!