
¿Te das permiso a Disfrutar?
Cada vez contactan conmigo más clientes para sesiones de coaching personal con un mismo patrón: no se dan el permiso a disfrutar de sus momentos de ocio, de sus hobbies, y qué decir, menos todavía del autocuidado, de su familia y de su profesión, lo que consideran como una obligación a la que deben atender e imposible de ver desde una perspectiva positiva y agradable.
“Es como si cuando estuvieras haciendo algo que de repente te aporta un poco de placer, te invadiera un enorme sentimiento de culpa y los remordimientos aparecieran por tu mente, provocando que ese momento feliz se desvanezca rápidamente”.
No son pocos los clientes que en nuestras sesiones de coaching personal me aseguran que se sienten culpables cada vez que hacen algo divertido, cada vez que consiguen desconectar de sus preocupaciones y de sus obligaciones. Muchos de ellos hasta llegan a evitar hacer cualquier actividad que implique diversión u ocio para no sentirse mal consigo mismos.
“¿Por qué no te reservas un fin de semana para ti y tu familia, os vais dos días a desconectar en plena naturaleza y os dedicáis solamente a vosotros, a disfrutar de la familia y de la tranquilidad del entorno?” – ésta fue mi propuesta a uno de mis clientes durante nuestra sesión de coaching.
“Porque no puedo.” – me respondió tajante. “Tengo demasiados problemas y quehaceres como para ir a hacer una excursión a la montaña”.
En la mayoría de los casos me encuentro que muchas personas reprimen su capacidad para disfrutar y sentir placer, porque piensan que sus responsabilidades exigen que esté entregado las 24h del día. No se permiten desconectar ni un segundo porque piensan que pueden perder el control.
En otros casos, algunos clientes no se permitían gozar por el miedo al “qué dirán”. Me sorprendió un cliente quien me aseguró que temía que sus amigos le llamaran “vividor” si se tomaba más de dos semanas de vacaciones y qué decir de viajar, se lo prohibía por completo porque ello implicaría abandonar la multitud de obligaciones a las que debía atender en su trabajo y hogar.
¿En qué momento dejamos de ser aquél niño que salía a la calle en plena tormenta, para jugar bajo la lluvia, sin pensar en que su ropa se mojaría, o en que sus zapatillas se ensuciarían?
El miedo y el exceso de exigencia y control hacen que muchas personas se prohíban disfrutar de los pequeños placeres de la vida. Es hora de dejar de lado el miedo, permítete disfrutar porque sí, tú mereces ser feliz.